Hoy, en mi mañana (las dos de la tarde) recibo una llamada de mi querido Andrés Neuman, perdido desde hace un año por América Latina a causa de la promoción de su premio Alfaguara. No sabía, en la somnolencia, si su voz venía de Honduras o de la vuelta de la esquina, pero resultó que estaba en su casa, en Granada. Me llamaba para contarme que ambos estamos citados en la Nueva Gramática de la Lengua Española, que ha sobrevivido a la gira y que, (impresionante, Andrés), ha terminado un nuevo libro. Al cortar me pregunté: ¿qué significa que te citen en tan excelso tratado? ¿Y qué significa para mí? La primera sensación fue la de que estaba muerta. Cuando uno aparece en la bibliografía de una obra de tal envergadura, sin duda está muerto. Pero luego encontré a Andrés, a Ani Shúa, y resucité. El segundo impulso fue claramente paranoico: ¿me habrán citado por alguna innovación, o por algún error deplorable? ¿estarán santificándome, o exponiéndome a la vergüenza pública? Imposible averiguarlo. Por fin, recompuesta la autoestima, tuve una sensación peculiar: había superado a mis ancestros. Provengo de una familia de escritores. Normalmente, en los diccionarios y obras de estudio, no aparezco citada yo, sino mi abuelo y mi bisabuelo, la tradición masculina y poética. ¿Cómo yo, mujer emigrante, narradora además, podía estar a su altura? Y sí, ahí estaba, en femenino singular, en camisón, muerta de sueño, tomándome un café con leche. Fue un magnífico regalo de Reyes.
Talleres de verano
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