Con este texto de Raúl Brasca despedimos el año, lo escuchábamos en la librería «Tres rosas amarillas»:
Hombre que piensa
Pienso en las migraciones. La magnificencia de una bandada inmensa que de golpe levanta vuelo para recorrer medio planeta, el intimidante abandonar la caverna de millones de murciélagos en busca de temperaturas más benignas, la monumental traslación de las ballenas que cruzan el océano para reproducirse, la entereza de los grandes pueblos que atraviesan el desierto para alcanzar una ribera.
Pienso, más precisamente, en la multitudinaria compañía que vence a la soledad: en el ruido de muchas alas, en la tibieza de cuerpos que se abrigan, en la alegría de ir todos en la misma dirección.
Quiero poder siempre seguir a la manada, no ser nunca una ave vieja que sucumbirá al invierno, ni un murciélago al sol que desespera, ni una ballena en la arena mientras el agua se aleja, ni un hombre triste que ha perdido el paso y mira impotente cómo se le va el mundo.
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Así lo narraba Victoria Siedlecki: