Presentación de «Olas», por Clara Obligado

 

Y aquí estamos, por fin, presentando “Olas”, entre olas de cuentos valientes y piratas, flamencos y sirenas.

Con cien historias por banda

Viento en popa, a toda vela

navegando sobre las páginas de este libro valiente que reúne cuentos escritos en los últimos tiempos.

Cuentos de tiempos difíciles, quién lo duda, en un momento en el que la cultura parece naufragar y hay tanta desesperanza en nuestras playas, tanto dolor, que cuesta mantener la energía para creer que esta nave, a la que llamaremos “literatura”, tiene sentido.

Navega, velero mío

Sin temor

Que ni enemigo navío

Ni tormenta, ni bonanza,

Tu rumbo a torcer alcanza

Ni a sujetar tu valor.

Hay que ser valiente, sí, señoras y señores, tripulantes de esta nave valerosa, para dedicarse hoy a la cultura, para buscar el tiempo cuando nos falta el tiempo, para tener la paciencia y el tino de trabajar un texto hasta sus últimas consecuencias. Nuestro trabajo se parece mucho a una aventura vital en medio de la tormenta, al propio Ulises en su bajel, luchando contra las olas del desánimo.

Pero nosotros somos, señoras y señores, creo yo, ante todo, soñadores. Somos esa parte de la población que sabe que es la cultura, justamente, lo que nos mantiene a flote. Que esa es la isla que nos permite pensar y recomponernos. Que son estos cuentos las historias en las que espejea el mundo. Que construir balsas de sueños es una manera de vivir. Somos los que saben que bucear en las ideas, hasta encontrar lo que esconden las aguas cenagosas, es una opción de la inteligencia. Que producir hechos culturales es una forma de un optimismo que nos mantiene a flote.

No somos, de ninguna manera, los náufragos de la “Balsa de la Medusa”, dispuestos a devorarse los unos a los otros para sobrevivir. Somos un grupo de escritores que navegan juntos para llegar a buen puerto, aún sabiendo que el puerto está muy lejos o que tal vez el puerto no existe.

Desde esa barca insegura, construida con metáforas y palabras, nos hacemos la eterna pregunta: ¿sirve para algo la literatura en tiempos como los que vivimos? ¿Tiene sentido navegar en la sintaxis, en el ritmo de la prosa, en la perfección siempre buscada por la pleamar de nuestras historias? Cuántas veces me he hecho esta pregunta, y cuántas veces me he respondido que sí. Y vuelven los viejos versos piratas, para darme la razón

Que es mi cuento

mi tesoro

Que es mi dios la libertad

Mi ley, la fuerza y el viento

Mi única patria, la mar.

Algunos de vosotros os sumáis hoy, por primera vez, a las páginas de un libro. Por primera vez veis vuestros textos publicados y este viaje inaugural será, os lo prometo, inolvidable. Me habéis soportado en la lucha con las palabras, hemos levantado la espada sobre las frases que no debían ser, hemos peleado a veces cuerpo a cuerpo sobre el puente de la nave y ha habido hasta algún conato de motín. Pero todo se supera, y aquí estamos, y “Olas”, y esta noche, no deja de ser una batalla ganada al desaliento.

No se olvida, pase lo que pase, el primer viaje y, sea cual sea el destino de nuestra obra, no se olvida la primera vez que publicamos un cuento porque esa primera vez es la que nos convierte en escritores.

Con valor, con intrepidez, os habéis arriesgado a convertir lo privado en público, lo íntimo en algo que será tomado al abordaje por los lectores, y ese mensaje de náufragos que habéis lanzado al mar llega hoy a su público.

Los escritores somos dueños y responsables de nuestras palabras, somos magos que, por arte literaria, convertimos en realidad nuestras historias. Pero nadie nos quita ese instante de pánico que sucede cuando alguien abre las páginas de nuestro libro. ¿Qué pensará quien nos lea? ¿Qué sentido tiene mi cuento, ahora que deja de ser mío? Escribir, crear, es, sin duda, una forma de la valentía.

Creamos ficciones para levantar un arrecife de sueños. Creamos ficciones, no para escapar de lo que sucede, sino para sumergirnos en un mar peligroso y bucear en él, hasta arrancarle un sentido a nuestra existencia. Creamos ficciones, no para huir de lo que sucede, ni para flotar con la corriente, sino para salvarnos con la imaginación. Creamos ficciones para sobrevivir a los naufragios.

Y no hay playa

Sea cualquiera

Ni bandera

De esplendor

Que no sienta

Mi derecho

Y dé pecho a mi valor.           

Felicidades a todos, los nuevos escritores y los que tenéis la valentía de insistir en ello. Felicidades, y me incluyo, porque hemos sido capaces de nadar a contracorriente en aguas muy revueltas. Gracias por compartir conmigo vuestros sueños. Y cerramos mi participación en este acto con los últimos versos de La canción del Pirata de Espronceda, quien tal vez se sienta feliz con este juego, o que tal vez esté maldiciéndome desde el cielo de los poetas

Sólo quiero

Por riqueza

La belleza

Sin rival

Muchas gracias.

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