Literatura y política, por Clara Obligado

 

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La revista Puentes de Crítica Literaria y Cultural me pidió hace un tiempo que reflexionara sobre los vínculos que se establecen entre literatura y política. Las «preguntas al aire», formuladas sobre el tema, fueron las siguientes:

1. ¿Qué relaciones guarda la política y la literatura?

2. ¿Cómo puede ejercerse el compromiso político o la responsabilidad social desde la literatura? ¿Es esto deseable?

3. ¿De qué modo y en qué casos se manifiestan hoy en la práctica literaria los vínculos entre literatura y política?

Aquí van mis reflexiones.

El vínculo entre literatura y política varía con las épocas. Habría que distinguir también si hablamos de política partidaria o de política en sentido amplio. Si lo que estamos proponiendo es que el escritor sea obediente con respecto a la política partidaria, esto no es evidentemente deseable ya que la libertad está en la base de toda creación artística y el riesgo que se corre es el de convertir la creación en propaganda, el texto, en panfleto. En cambio, si hablamos de política en sentido amplio, el hombre es un animal político y, haga lo que haga, sus acciones se relacionan y repercuten en este campo. En este sentido, el deseo de excluirse de algo tan humano como la problemática social, da lugar a una creación vacía o banal. No hay grandes obras sin compromiso, aunque la palabra compromiso, ya se sabe, quiere decir algo muy diferente según quien la pronuncie.

Es indudable que el compromiso artístico es la primera obligación de todo escritor. También es evidente que sin él no se avanza o se pervierte su tarea. Por fin, habría que sumar que la influencia de una obra no es necesariamente inmediata, con lo que la proyección póstuma es un efecto a tener en cuenta. Véase, por ejemplo, a Kafka.

Podríamos decir que no hay arte sin compromiso vital y que este concepto incluye la política. Podríamos decir también que no hay arte sin responsabilidad y sin consecuencias. Los escritores de hoy, que muchas veces se comprometen básicamente con el mercado, tienen que considerar el alcance de su postura, que también implica una dirección política. Por poner un ejemplo, la costumbre de tráfico de influencias que suele producirse en los premios muy dotados económicamente, tiene una lectura ideológica e implica la aceptación de una manera de hacer las cosas.

En fin, el escritor crea desde la inserción en una sociedad, es fruto de una época y no un ente aislado y genial, como quieren hacernos ver a veces. No habría Cervantes sin su época y sin la reflexión sobre la crisis que le tocó vivir, y sin postura ante ese mundo que se derrumbaba. No habría Borges sin enfrentamiento entre las posturas estéticas y políticas de su momento.

Por mi parte, he sufrido la presión de la militancia de los años ‘70 sobre mi decisión de dedicarme a la literatura. Culpa, minusvaloración, borramiento, simplificación de las ideas y de las propuestas estéticas, maniqueísmo, conservadurismo formal, son las propuestas, a veces, de cierta izquierda dogmática que sólo busca en la creación su propio espejo. Esto no quiere decir que esté de acuerdo con un escritor o escritora que no participe de ninguna manera en la vida de sus conciudadanos. Conviene aclarar aquí que, cuando hablamos de la relación de la literatura con la política o compromiso, hablamos siempre desde una perspectiva de izquierda. No es así. Veamos, por ejemplo, el caso del “liberal” Vargas Llosa, muy adherido a sus ideas y propagandizador de posturas políticas muy claras.

En síntesis, parece evidente que el escritor tiene una situación análoga a la de los intelectuales en general. Como ciudadano, se ve en la obligación de participar en la construcción de su mundo y excluirse de este compromiso da a su obra una perspectiva sin interés. Por otro lado, como escritor, tiene la necesidad de aislarse, distanciarse y de contar con un margen amplio de libertad para crear una obra honesta y con cierta proyección. Creo que en la aceptación de este dilema, en los matices que existen entre la torre de marfil y las barricadas, en el corazón de esta dificultad, es donde se gestan las mejores obras.

Clara Obligado

 

Puentes de Crítica Literaria y Cultural, nº4, abril 2015

 

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