Salir una mañana de domingo a mirar librerías es un placer de los dioses. Vengo de La Central, donde apunto una serie de libros que me gustaría comprar y que demuestran que, en las pequeñas editoriales, hay energía, talento y buenas ideas. El verano es el momento en el que puedo leer de manera desordenada y lo aprovecho para volver a antiguos textos o para seguir en la línea de lo que quiero profundizar. En la línea de los libros ya leídos me encuentro con gratas sorpresas. El camino del tabaco, del norteamericano Erskine Caldwell (Bolsillo Navona), el magnífico cuento El país de los ciegos, de H.G. Wells, (El Acantilado), La dama que se transformó en zorro, de David Garnett, que me recomendó Borges, allá lejos, y hace muchísimo tiempo (Periférica), la reedición en bolsillo de muchas novelas de Iris Murdoch, una escritora que de la que vale la pena chutarse la obra completa. Además, dos joyas de la poesía, Los libros proféticos, de William Blake (I y II), en una edición cuidadísima de Atalanta y otro texto por el que tengo debilidad, y que bien podría ser leído como una colección de microcuentos: La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters (Bartleby editores).
Sin embargo, dejo para otro momento la nostalgia, y lo que elijo está en el camino de lo que he estado leyendo en estos últimos tiempos: escritoras clásicas anglosajonas. Todavía tengo que conocer a unas cuantas y veo Sappphira y la joven esclava, de Willa Carter, (Impedimenta), una novela a la que hace tiempo que le tengo ganas, Moon Tiger, de Penelope Livelly (Contraseña Editorial) y La chica de los ojos verdes, de Edna O´Brien (Errata Naturae). Ya, fuera de marco, elijo Confluencias. Antología de la mejor narrativa alemana actual, editada por Cecilia Dreymiller (Alpha Decay)