Instrucciones para escribir un cuento

Coloque un papel en blanco sobre la mesa. Venza el natural pudor a mancillarlo con tinta. Agarre pluma o bolígrafo como la tradición exige; huya de máquina o engendros electrónicos que aniquilan el necesario tránsito entre el cerebro y los dedos. Elija la mano pertinente en virtud de su natural inclinación: zurda o diestra. Si es usted ambidextro, elija la mano en función de la temática: izquierda si es poética, diestra si el texto nos va a llevar por terrenos escabrosos.
Invoque a las musas planetarias. En caso de ausencia evidente, confórmese con seguir el vuelo de las moscas comunes y reflexione sobre la extraña similitud de nuestros genomas.
Fije la mirada de forma alternativa en el techo y en el suelo; con suaves movimientos circulares, friccione sus sienes a la espera de que las neuronas despierten. Levántese, tome un vaso de la alacena contigua. Escancie vino de forma generosa y beba un primer sorbo. Deguste de modo placentero. Tome la pluma y busque una palabra de comienzo. Desdeñe las palabras que suenen a manidas. Elija alguna sorprendente que atraiga a otras de su estirpe. Júntelas mientras toma otro sorbo de vino; deguste la frase que haya escrito, recréese en ella y observe si deja en el retrogusto, aromas de vainilla y tanino.
Voltee la hoja y déjela reposar; ingiera frutos secos. Relea la frase; si esta permanece en la retina, fíjela al papel, manténgala abrigada y comience a escribir una nueva, a ser posible que hilvane con la primera. Siga el procedimiento: vuelva a servirse vino; deguste la palabra y asegúrese de que no engaña al retrogusto. Si se siente exhausto, descanse. No someta al cerebro a una fatiga innecesaria. ¿Tiene dos frases conexas? ¡enhorabuena. ¡Tiene un micro! ¿Le sabe a poco? Aplique, de nuevo las instrucciones: vino, palabra luminosa y comience a escribir una novela.

José Luis Lejárraga

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