¿Por qué Max Aub apenas es conocido en su genialidad y por qué los premios más importantes del cine español se llaman Goya y no Luis Buñuel, nuestro cineasta más universal?
Acaba de publicarse «Luis Buñuel», de Max Aub (Ed. Cuadernos del Vigía). Es, en palabras de su editora, «un libro apasionante, un fiel reflejo de una época histórica, de sus personajes y lo que vivieron, su formación, las corrientes literarias, las vanguardias artísticas que les influyeron y el destino de unos protagonistas que tuvieron que exiliarse y producir lo más granado de su obra fuera de España.
Carmen Peire, editora de la obra, dialoga consigo misma sobre la edición del «Luis Buñuel» (Cuadernos del Vigía), una fascinante aventura a la que vale la pena compartir.
Sobre la edición del Luis Buñuel, novela. Max Aub.
(Conversaciones conmigo misma)
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¿Por qué Max Aub?
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Siempre ha sido de mis favoritos. Una tiene sus favoritos en música, en literatura, en pintura, quizá por un momento determinado, un estado de ánimo en el que oíste una sinfonía, o una canción de rock; un cuadro que te hizo llorar, un libro que te tocó en lo más hondo. A mí me pasó con Aub, que siempre supo acercarse a mí como el gran escritor del exilio.
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¿Cómo empezó todo?
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Una confluencia cósmica: mi amor por Max Aub, el taller de Clara Obligado y Carmen Valcárcel, que ejerció de hada madrina y nos dio a conocer obras que yo desconocía, como el Juego de Cartas. Fue también ella quien me presentó a Elena Aub Barjau, la hija de don Max. A partir de allí, confluencia femenina bajo la influencia de Venus y la Luna.
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¿Podrías ser más explícita?
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Sí, claro. Tras aquella charla mágica salí anonadada. ¡Un Juego de Cartas! ¡Y no lo conocía! Me puse a buscarlo. Visto el precio astronómico que tenía el único ejemplar del Juego de Cartas que encontré por Iber libro (6.000 euros), pensé que lo mejor era hacer una edición. Así que quedamos a tomar un café la susodicha Carmen Valcárcel, profesora de literatura de la UNAM (no lo he dicho antes), Elena Aub Barjau, Miguel Ángel Arcas y yo. Conseguimos la autorización para la edición de Juego de cartas y algo más.
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¿El qué?
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Aquella reunión fue el principio de varias amistades y a mí, particularmente, me inocularon un veneno. Elena Aub, con esa voz tan dulce que le caracteriza, habló del Luis Buñuel, novela, el libro que estaba escribiendo su padre cuando murió, miles de páginas en la Fundación que permanecían inéditas. Según lo contaba, Elena me miraba y mi cerebro bullía por dentro, el virus surtía efecto: ¡un Aub inédito! Y además, no un Aub cualquiera, sino sobre Luis Buñuel, nada más y nada menos. Nunca se me olvidarán sus palabras: me encantaría que alguien como tú, que sabe lo que es el exilio y que lo ha vivido, se encargara. Levanté la mano como si estuviera en el colegio y dije: ¡me lo pido! Ahí empezó todo.
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¿Y…?
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Un primer viaje a la Fundación Max Aub, en Segorbe, Castellón. No sabía con lo que me iba a encontrar pero mi curiosidad era tan fuerte que fui pidiendo carpetas y más carpetas y más carpetas. Por las mañanas digitalizaba, por las tardes trabajaba en el hotel hasta que ya no podía más. ¿Me atrevería, sería una blasfema, habría suficiente material o sería imposible su edición? Cuando salía a dar un paseo, los mecanoescritos de Max me rondaban: que si la Belle Epoque, que si una introducción, que si el telón de fondo, que si la Residencia de Estudiantes, que si Buñuel y Dalí, que si Buñuel y Picasso o García Lorca, que si estuvo emboscado, que si su padre vivió en Cuba y tuvo una ferretería. Algo parecido a cuando una aprende a leer, primero letras sueltas, luego sílabas, luego palabras hasta que un día, de golpe, todo adquiere significado y entiendes por primera vez lo que estás leyendo. Realicé muchos viajes, tuve dificultades y contratiempos que ya han pasado a un segundo plano, también momentos muy gratos, consulté muchas carpetas, fui acumulando y acumulando archivos hasta que se hizo la luz.
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¿Te iluminó Max?
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Francamente, no lo sé. Me hubiera gustado preguntarle muchas cosas y a menudo dialogué con él: ¿qué me quieres decir? ¿Por qué has puesto esto? ¿Por qué has tachado esta frase tan bonita? ¿Te la respeto? ¿No? ¿Por qué no me ayudas un poquito? Y parece como que me oyó.
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¿Por qué lo dices?
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Porque encontré, entre tanto mecanoescrito, un esquema marcado por Aub para el libro. Lo agarré como si fuera un pequeño tesoro, un hermoso talismán que me marcaba el camino a seguir. Durante tres años estuve viajando a la Fundación, sola, obsesionada con el libro, metiendo en un pen drive (¡benditos pen drives y benditos ordenadores!), todas las páginas, las notas de Max, sus comentarios escritos a mano con una letra que se iba volviendo más temblorosa según me imaginaba yo que pasaba el tiempo para él. Con ello subía a Madrid y me ponía a trabajar siguiendo el esquema que encontré y teniendo en mente lo que él decía en los prólogos: esto es una novela porque Buñuel es un personaje, pero es una novela oral, y es también en parte ensayo y en parte biografía, al estilo de Josep Torres Campalans y Luis Álvarez de Petreña. Y me imaginaba los avatares de aquel manuscrito trasterrado, sus viajes, carpetas desde México custodiadas fielmente por Elena hasta que se montó la Fundación, primero una sede provisional, luego la definitiva. Y me imaginaba lo ingente del trabajo de Max, lo que intentó hacer y abarcar porque intuía que iba a ser su último libro.
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¿Has añadido algo de cosecha propia?
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¡Ni hablar! Al principio pensé que iba a tener que poner algún texto aclaratorio mío y lo consulté con Elena Aub, que me ayudó tanto que esta edición debería ser firmada también por ella. Solo su elegancia y saber estar, al ser entonces presidenta de la Fundación, le ha impedido hacerlo. Pero por ella conocí más a don Max, aprendí a distinguir su voz. Y me dijo que si hacía falta, que lo terminara yo. Me asusté. Si fuera así, ¿qué haría? ¿Pondría una tipografía diferente para que el lector lo supiera? ¿Me atrevería a ello? Uy, no, cómo una frase mía al lado de Aub… Poco a poco todo se fue despejando porque, en el fondo, la novela estaba. Quizá Aub hubiera añadido más películas, algún comentario max o capítulo max (o menos), pero su esencia vivía, palpitaba. Como he dicho desde entonces: solo hubo que ahuecar las páginas para que Luis Buñuel, novela despertara.
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¿Ha sido fácil tarea?
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Quiá. Diría más bien que duelos y quebrantos las noches, con alguna alegría de añadidura, consumieron los dimes y diretes de estos tres años.
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¿Qué pasó cuando acabaste la recopilación y el orden según el esquema de don Max?
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Vino otro tiempo para fijar el texto, corregirlo, hacer la revisión y acabar casi con la paciencia de Héctor, el técnico de sonido con el que me encerré mañanas enteras en el estudio de grabación para hacer, de las cintas de cassette que encontré con conversaciones entre los dos, un DVD que pudiera incorporarse al libro.
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A ver, a ver…
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Sí. Encontré en la Fundación parte de las conversaciones grabadas entre Max Aub y Buñuel para el libro, y decidí que aquello merecía una buena labor de edición, limpieza, ecualización y digitalización, para acercar dos monstruos sagrados de una época a todo aquel que quiera.
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¿Enseñanzas?
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Un libro de esta envergadura te vuelve más sabia pero sobre todo más humilde, más consciente de la suerte que yo, en particular, he tenido, pues he constatado cómo unas mentes tan privilegiadas como las de Buñuel y Aub no fueron tenidas en cuenta y tuvieron que buscar otros puertos, en el caso de Aub tras pasar por cuatro campos de concentración, para poder recuperar de nuevo su vida y su profesión.Para mí, Venezuela, el país a donde se marcharon mis padres y nací yo, supuso un lugar de libertad, sin el que hoy no sería lo que soy; no he vivido ninguna guerra, me ha tocado una buena época en el país aunque ahora vea cómo se va al garete.
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¿Resultado?
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Aquí está, un libro apasionante, un fiel reflejo de una época histórica, de sus personajes y lo que vivieron, su formación, las corrientes literarias, las vanguardias artísticas que les influyeron y el destino de unos protagonistas que tuvieron que exiliarse y producir lo más granado de su obra fuera de España, ser reconocidos más fuera que dentro, cainismo español de pura cepa la nuestra, dos personajes con vidas paralelas, Aub y Buñuel, Buñuel y Aub, aun no suficientemente reconocidos. Y si no, que alguien me explique por qué Max Aub apenas es conocido en su genialidad y por qué los premios más importantes del cine español se llaman Goya (tiene narices) y no Luis Buñuel, nuestro cineasta más universal.
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¿Algo más?
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Sí, darle las gracias a la Editorial Cuadernos del Vigía, por haber apostado por mí y por el libro, por la preciosa edición que han realizado, por haber sido compañeros de viaje en esta aventura que solo de forma colectiva podía haberse abordado. Y, por supuesto, mi inmensa gratitud hacia Elena Aub Barjau. Ella ha salvado este libro en los momentos que parecía zozobrar.
CARMEN PEIRE