«El libro de los viajes equivocados», de Clara Obligado, en el Instituto Cervantes de Milán. Por Valeria Correa Fiz

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El libro de los viajes equivocados

Valeria Correa Fiz.

Los personajes de El libro de los viajes equivocados son descentrados, migrantes, marginados, periféricos, exiliados, apátridas, deportados; en suma, extranjeros. Todos están fuera de sitio. Todos tienen algo en común: la carencia absoluta de poder o, al menos, su pérdida o merma. Porque el poder fija y conserva estructuras, es fácil advertir la relación intrínseca entre los que no tienen poder y los desplazados. Sobre este eje, de corte evidentemente político, y con la mirada firme en los personajes femeninos (el libro comienza con la imagen de una mujer y culmina con un parto), Clara Obligado construye un mundo, una sinfonía de once magníficos relatos donde el azar y una caracola de espiral logarítmica son el leitmotiv de la composición.

Cada uno de los cuentos de El libro de los viajes equivocados puede leerse de manera autónoma, pero no estamos ante una simple colección de relatos. Leído en el orden propuesto por su autora y gracias a su arquitectura en espiral y a un desarrollo impecable, este libro resiste cualquier clasificación; es un híbrido, un tertium genus entre el libro de relatos y la novela. ¿Por qué? En primer lugar, porque hay personajes, sitios y circunstancias que se repiten en los diferentes relatos que componen el libro, dando al lector una sensación de continuidad, de desarrollo no sólo de la trama sino también del perfil psicológico de los personajes. Así el trabajo de la autora se convierte en intertexto de sí mismo. En segundo lugar, gracias a las múltiples referencias literarias que contiene que enlazan la voz de Clara Obligado con otras grandes de la tradición occidental. En El libro de los viajes equivocados resuenan las voces de Robert James Waller en “Madison, los puentes de”,  de Anton Chéjov en “Dos hermanas”, o la de Bohumil Hrabal en “El Silencio” y muy especialmente, la de Jorge Luis Borges. Estas otras voces son, a mi juicio, la espiral de la espiral, sus cimientos. Dije muy especialmente al referirme a la voz de Jorge Luis Borges, porque dos de los cuentos de El libro de los viajes equivocados podrían considerarse reescrituras (u homenajes, personalmente no veo la diferencia). Me refiero a “Así que esto era el amor”, emparentado con “Emma Zunz” del gran escritor argentino, donde la autora retoma la díada difícil, ¿justicia o venganza? O el cuento Monedas de oro, quizá el más rico y exuberante de la colección, que evoca a “El inmortal” de Borges.

Los once relatos de este libro narran, como se nos advierte desde el título, viajes equivocados –hacia la muerte, el exilio, el error, la estulticia, el pasado o la memoria. A pesar del trasfondo de horror de las historias, los cuentos están narrados con una belleza cegadora, con una proporción divina; uno no puede menos que maravillarse con la riqueza cromática que alcanza el idioma en este libro. Dar belleza al horror sea, quizá, el mayor talento de Clara Obligado. Otra de las muchas virtudes de este libro, es que la escritura de Clara Obligado niega el lenguaje como maquinaria que se coloca en piloto automático. Por eso, al cerrar el libro, palabras de uso cotidiano, como “puente”, “viaje” o “fotografía”, se nos presentan como nuevas. El libro de los viajes equivocados las ha subvertido, transformado y resignificado para nosotros.

 Una última reflexión: hemos insistido acerca de la estructura en espiral de este libro, pero cabe mencionar que la espiral se mueve en un doble sentido; avanza sin que se pierda la estela del inicio (origen). Hasta los motivos literarios más recurrentes (el ombligo, la caracola, los puentes) simbolizan siempre el viaje, el traspaso de un estado al otro y señalan el punto de llegada sin dejar de poner en evidencia el de partida. Así es que en nosotros, los lectores, se inscribe la sensación de que El libro de los viajes equivocados, de algún modo, no termina. El primer relato nos habla del hallazgo de una caracola en una playa; en el último, la caracola queda abandonada en la arena (¿de otra playa o es la misma que la del primer relato?). Clara Obligado nos relata su particular visión de la historia, la de su circularidad. Nos habla del palíndromo histórico, al igual que lo hacía Julio Cortázar en su célebre cuento “Lejana”. El libro de los viajes equivocados no se acaba; el Espíritu (expresión tan cara a Jorge Luis Borges) o cualquier otro autor/a que recoja la caracola podría continuar narrando esta crónica de los desplazados. El libro de los viajes equivocados, insisto, no termina; digamos, más bien que la autora hace que el atrezzo alcance su punto justo de combustión: el pájaro, como lo preanuncia la cita inicial de Rilke que abre el libro, desaparece. Nos queda un gran canto, el del libro que ha desplegado su terrible belleza ante nuestros ojos.

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